Dog soldiers, de Robert Stone

“-Llevo toda la vida esperando a joderla hasta el fondo como ahora.
-Bien –dijo Elmer-, pues ya ha llegado el gran momento. Enhorabuena.

-Es la pura verdad. Nuestro carácter es nuestro destino.” (pag. 176)

Pocas cosas tan aburridas y ferruginosas como una novela milico; la novela milico no nos gusta nada en este blog, esos fusiles, esas balas, esos héroes y esas muchachitas violadas sucesivamente mientras llega la ONU, para ayudar al violador. De ahí que coja uno el Dog soldiers con prevención de riesgos laborales, desdén desde el andén y vagancia en el vagón.

Pero el libro supera trincheras y gilicópteros en las primeras treinta páginas, y de seguido nos planta en California, toda de drogas y polvazos: aúpa América.



dónde voy pintao de verde?



Sinopsis: Converse (nada que ver con la línea de tres puntos) es plumilla en el Vietnam, cuando la guerra, y, después de titular para el triunfo y mentir en cada muerto, vuelve a casa como vacío de sí si no le acompaña algún suvenir tipical vietnamese.

No encuentra mejor suvenir que 3 kilos de heroína.

Es, admitámoslo, un suvenir de la hostia.

Lo hace llegar a Frisco, a manos de un tal Hicks, que se lo va a cuidar mientras Converse arriba a la patria. Hicks cuida tan bien la heroína que se entusiasma, y empieza a cuidar a la esposa de Converse, damisela a la que el jaco y las pollas le han entusiasmado siempre. Conflicto number 1.

Luego hay un tipejo, Antheil, rodeado de tipejos, y todos (conflicto number 2) albergan en su corazón desde la infancia el deseo de tener algún suvenir vietnamita que pese 3 kilos: o un bebé, o jaco. Bebés no hay, que están todos escondidos por culpa de A serbiam film. Así que vamos a por el jaco.

Hicks huye con la heroína y la mujer de otro, y eso hace que huir tenga cierto parecido con estar de vacaciones. Un pico, un polvo; a correr. Otro pico; otro polvo; a correr. No hace falta decir que así te coge cualquiera, gilipollas, que no estamos a lo que estamos.

Hasta ahí, la sinopsis.

Ahora hablemos del producto, brevemente: Dog soldiers es una de las ediciones del año: qué placer de papel, de cubierta, de guardas, de colores, de volumen. Va a ser la novela más utilizada para esnifar rayuelas: aviso.

Otrosí. Prologa el libro Rodrigo Fresán. Esto de que Fresán sólo prologue libros buenos le quita todo el mérito. ¡Eso lo hace cualquiera, no te jode! Bien que no quisiste prologar nuestro Vida y opiniones, que ahí tenías que afrontar un conflicto (3) intelectual de la de dios. Sólo hay que prologar libros que no te gustan una mierda, que es como se convence a la gente. ¿Cómo vas a convencer a la gente de que un libro bueno es bueno, si es bueno? ¿No será más fácil convencer a la gente de que un libro malo es bueno? ¿No han llamado al timbre?

No. Era el gtalk.

Pero lo importante viene ahora. Irónicamente, los editores de esta novela apuntan a pie de página cada cita bíblica o literaria o del cancionero popular de la costa Este que aparece en el texto; pero dejan sin iluminar la más obvia, ese «nuestro carácter es nuestro destino» de ahí arriba. Cita masticadísima de Heráclito.

Cita que, ojo, constituye, anoten, plis, la médula espinal (qué tópico), el nervio (ídem), el puto big-bang de la novela americana desde Saul Bellow a los postmodernos (esa gente que perdió el Norte), y que ahora nos va a recuperar Franzen con su retorno tolstiano. O sea: el carácter es el destino, y eso sólo significa una cosa: personajes.

400 páginas tenemos aquí para un argumento de 3 líneas. 400 páginas de las cuales 250 separan a los perseguidos de los perseguidores, que están a tiro de piedra, pero es que la novela no va de si los cogen o no, si no de por qué va a pasar lo que va a pasar. De ahí los diálogos, impecables; las descripciones, el movimiento; y, sobre todo, la fatalidad: «Es estupendo ver a un perdedor de verdad perder de verdad

Toda esta novela, como todas las novelas de 1975 hacia atrás, hasta la generación perdida, las buenas, las sólidas, las que aspiran a gran novela americana, se fundamentan en la construcción de un carácter que señale un destino.

Era así de simple, pero he tenido que averiguarlo yo.

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