Spark, Handke, Buton: trenes, coches y abrecartas

Tres novelas movidas, en movimiento, semovientes, circulatorias he leído seguidas por esas cosas del sentido de la orientación lectora. Son

  • Carta breve para un largo adiós. Peter Handke. 1972. La edición era la de Alianza, asimismo viejecita. Qué bien editaban en España con Franco -o poco después-. Se trata de una novela esquizoide en la que seguimos al protagonista en su deambular por Estados Unidos, de costa a costa, perseguido por su ex mujer y por un menú del día de Oklahoma. Peter Handke atiende mucho a los detalles y describe profusamente y su personaje -ver mistako número 1- no tiene ni puta idea de cambio de divisas. Como road movie snob, la novela, o nouvelle, es apabullante; genera inquietud, recuerda a Alicia en las ciudades, la película de Wenders, y a más cine: esos comportamientos semimaníacos de los caracteres de David Lych. Sale, cameo, John Ford. Muy excelente.
  • La modificación. Michel Butor. 1957. Escrita con apenas 30 años -su autor sigue vivo- es junto a La celosía de Robbe-Grillet la muestra más duradera de eso que se conoció como nouveau roman y que consistía en describir durante 20 páginas los dobleces del envoltorio de un caramelo sobre una mesa. Daba pereza meterse a leer dobleces, pero La modificación es también muy excelente y vagamente enternecedora. Va de un tren, toda ella, toda la puta novela estamos en un tren, trescientas páginas de tren, y se describe mucho -aviso- el suelo del compartimento del tren donde viaje el prota. Viaja para ver a su amante para huir de su mujer para no estar ni con su amante ni con su mujer sino consigo mismo, que da menos por culo. Narrada en segunda persona –usted– y utilizando el tiempo verbal presente para una cosa, el pasado para una altra cosa y el futuro para lo que vendrá, su estructura es magistral. Casi me gusta más que la anterior.
  • El asiento del conductor. Muriel Spark. 1970. Esta me la he leído de un tirón esta misma noche. Publica contraseñaeditorial; le han pedido un prólogo de 20 páginas a Eduardo Lago para que la cosa supere las 100. Muriel Spark, por encima, me parece una Corín Tellado para culturetas; eso sin leerla. Ese tufo lésbico, de mujer dura, de escritora prolífica y desmañada; de éxito comercial y, sin embargo, reconocimiento por cierta parte del milleu: Corín Tellado. Todo sin leerla. Como no he leído a Corín Tellado creo que el símil es justo. Leída Spark: su novela es una novelucha. La trivialidad no viaja en tren, sino en avión un rato largo, y luego en coches a parques donde te meten abrecartas en la garganta. También es sumamente antigua: comida macrobiótica, hippies, el yin y el yang, referencialidad caduca y, por tanto, indigesta. Curiosamente, leeré más de esta señora.
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4 respuestas a Spark, Handke, Buton: trenes, coches y abrecartas

  1. VD dijo:

    Estoy de acuerdo. Se publicaba -con Franco y poco después de Franco- de la hostia. Lo mejor -o lo peor- es que los nietos canis se están deshaciendo de las bibliotecas de sus aburgabuelos que van palmando para que los nietos del proletariado compremos dichas ediciones, cuarenta años después, a euro el kilo en los rastros de yonkis reformados.

    Llevo tiempo detrás del Butor novelista pero no hay manera con él. Handke es capaz de lo mejor y lo peor y la Spark tiene relatos que te dejan desorientado tres días. Buenas lecturas en todo caso.

    • Gabriel Syme dijo:

      Se publicaba mucho mejor… lo que se publicaba (ese pequeño detalle). Cuando voy a la cuesta de Moyano me siento como un ladrón de cadáveres. Compré libros incluso con dedicatorias amorosas: cómo se puede ser tan hijo-/hijaputa de vender una prenda de afecto. En fin, siempre hay cosas interesantes, con traducciones generalmente magníficas, por menos de lo que cuesta un bigmac (y, como soy vegetariano, sin coste de oportunidad).
      Son ustedes unos abuelos cebolleta de la rehostia. Pero siempre aprendo algo con sus batallitas.

  2. Anónimo dijo:

    Con Franco se vivía mejor (no te jode…)

  3. Dr. John dijo:

    Te iba a decir que eres un pedante por citar «Alicia en las ciudades» y atribuírsela a Wenders, de quien sólo citas el apellido para dar la impresión de que ya habéis ido de putas juntos, cuando en realidad la dirigió Scorsese, de nombre Martin. Pero consulto el dato y resulta que sí, que la hizo el puto Wenders, Wim para las amigas. Así que me callo, pero pedante lo eres, y un rato, aunque a estas bajuras eso te importará ya un carajo, supongo.

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