Editar la vida, de Michael Korda

Incitado a ello por un post del blog Patrulla de Salvación, me acerco a las memorias del editor de Simon & Schuster Michael Korda.

En inglés se titulan Another life: a memoir of other people, algo como Otra vida: una memoria de otra gente: por empezar mal. En Debate decidieron subsanar lo anodino de esta propuesta y se les fue un poco la mano: Editar la vida (¡nada menos!) y Mitos y realidades de la industria del libro (subtítulo). Korda, en efecto, nos cuenta su vida, minada de anécdotas editoriales de mayor y, sobre todo, menor interés, pero de la lectura de esta autobiografía de empleado no se extrae catecismo alguno, así sea de bolsillo, sobre las entretelas de la corrección de originales, ni mucho menos caen quién sabe qué mitos o se enuncian grandes verdades sobre el negocio de vender papel con pegamento.

Al parecer -no sé ni por qué me sorprendo- Korda pertenece a una familia lo suficientemente bien posicionada en la sociedad anglosajona como para que su Michael pudiera entrar de becario en cualquier empresa. El autor ejerce funciones ancilares para la CBS antes de ser lector de manuscritos y, luego, ayudante del editor de Simon & Schuster. Después dejó de disfrutar de los placeres de ser pobre y volvió al hogar, o sea sé, ascendió.

Me enternece -casi me corro- cuando un señorito se autoengaña sobre su carrera profesional relatándonos los puestos tan humildes que desempeñó primeramente -siempre por enchufe- y dentro de esa hipócrita aclimatación al propio estatus que los padres empresarios proponen a sus hijos: bajar a comer con los obreros durante unos meses antes de que pongan tu nombre en la puerta del consejo de dirección. Eso sí, MK no estaba dispuesto a bajar tanto: «entonces no creía, como tampoco lo creo ahora, que se pueda aprender mucho acerca de un negocio cargando cajas de cartón.»

El caso es que a Michael Korda se le van las páginas describiéndonos el físico y la vestimenta y el carácter de varios editores todopoderosos cuyo nombre no he intentado siquiera retener; también se le van muchas frases en hacer lo propio con novelistas que ya nadie recuerda. Aunque su estilo es directo y socarrón -hasta consigue caerte bien- la lectura de estas memorias me ha dejado la sensación de haber asistido a una charla profesional acerca de un sector tan ajeno a mis intereses como podría ser el del poliuretano. MK habla de la industria editorial americana, de sus cambios y fusiones, para un lector en español que seguramente ni siquiera sabe quién es el editor del libro que tiene en las manos.

Yo iba buscando, sipi, lo del editing, esa coautoría en la sombra que, en algunos casos míticos (Carver), entendemos como admirable y talentosa. Como no la encontraba, decidí parar un poco a pensar qué me estaba encontrando. Entonces di gracias a dios por la existencia de las cursivas.

La palabra que con más frecuencia aparece en este volumen no es editing; es best seller. Cuando aquí se habla de editar, se habla de editar las novelas de Harold Robbins, el cual, como se narra en un momento de este libro, llegó a exigirle a la editorial que publicara su nueva obra con los errores incluidos: se le habían olvidado los nombres de sus propios personajes y les había puesto otros en la segunda parte. La editorial así lo hizo y ningún lector se quejó.

Ese es el tipo de autor con el que, por lo que he leído de estas memorias, trató constantemente Michael Korda: auténticos productores de mierda. Por ello, lo que aquí viene calificado como editing no es otra cosa que la alfabetización del cuentacuentos. Ya en su día -según cuenta Sergio Vila San Juan en Pasando PáginaAlberto Vázquez Figueroa dio a entender a los correctores de donde fuera que no sabía poner una coma, y el editor jefe les dijo que para eso estaban ellos: para ponerle las comas.

Resulta bastante idiota pensar que un escritor de verdad –Nabokov– va a necesitar que un tipo le ponga las comas, los puntos y las uves, cuando ya él mismo se ha pasado tres meses -así Nabokov- para escribir un capítulo de veinte páginas que considera perfecto. El editing que aquí comentamos no es sino la puesta en limpio de la basura que fabrican unos tipos, por otro lado, con un enorme talento para contar historias; historias que venderán mucho tras el necesario aseo ortográfico.

De modo que cuando MK habla en su libro de la fatigosa labor de editar, de lo que habla es de la fatigosa labor de enseñar a escribir a los escritores; escritores que, aún sin saber escribir, se presta a publicar. Considero que, si no publicaran analfabetos en Simon & Schuster, seguramente saldrían antes de la oficina.

Simon & Schuster también sacó grandes libros, como es obvio. «Bob ya había comprado una serie de novelas d´avant garde de detectives y una curiosa novela de Michel Butor, autor muy de moda en París, en que las páginas, que venían en una caja, no estaban encuadernadas sino sueltas, escritas por una cara y sin numerar.»

En 1963, Simon & Schuster publicó Composición nº1. De (en efecto) Marc Saporta.

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10 respuestas a Editar la vida, de Michael Korda

  1. Pustulio dijo:

    Tomada de un comentario de La Patrulla:

    “Un encuentro con César Aira”
    Craig Epplin (University of Pennsylvania) y Phillip Penix-Tadsen (Columbia University)
    (http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v15/epplin.html)

    […]
    CRAIG EPPLIN: ¿Cómo son las exigencias de las editoriales? ¿La diferencia, por ejemplo, entre trabajar con Alfaguara y Eloísa Cartonera?
    CÉSAR AIRA: No es trabajar. Yo escribo mis novelitas y las guardo y cuando alguien me pide una, saco una, se la doy. Algún editor de la editorial me hace alguna observación de que hay alguna cosa y la corregimos. Pero nunca es más que una palabrita acá o allá. No, acá no existe esa figura que los norteamericanos tienen, de editor que corrige y cambia. Cuando traducía, muchas veces traducía estos libros de autores muy importantes, de mucha venta, los grandes bestsellers. Se publicaban simultáneamente en Estados Unidos y acá, y entonces nos mandaban los manuscritos, o uncorrected proofs, y ahí muchas veces había correcciones manuscritas del editor. Estaban muy bien hechas, nuestros editors profesionales lo hacen muy bien porque a veces sacan un párrafo de acá y lo ponen veinte páginas más allá y es perfecto. Sí, pero eso sirve solamente para la novela comercial, para el bestseller porque el bestseller tiene que funcionar bien, como una máquina que tiene que funcionar bien. Entonces, objetivamente se puede ver qué mecanismos hacen que funcione mejor. Pero no, la literatura propiamente dicha, no. Porque la literatura, la mía por lo menos, está basada en caprichos, la inspiración.

  2. iaireland dijo:

    Joder, parece otro libro de post a post. Lo bueno o lo malo es que ya lo compré y lo podré leer por mí mismo. Creo que lo que dices vale para un tipo determinado de escritor, pero que, contrariamente a lo que siempre había pensado, puede haber escritores que valgan la pena y requieran editing. Buenísima la cagada con Butor y Saporta.

  3. Grande Marlaska dijo:

    Respecto a Vázquez Figueroa, conozco a unos guionistas que «trabajaron con él» para adaptar una de sus novelas a formato seis española.

    Entre otras perlas me contaron que el buen hombre tiene, segun entras en au mansion, una foto suya de 2 por 2 metros enmarcada. También insistía en contratar a una actriz, Paz de la Huerta, que sale en Boardwalk empire, y otros mil disparates más.
    Pero mi favorita es una frase que les dijo el insigne autor a los guionistas.

    «YO, SI VEO QUE UNA NOVELA ME VA A COSTAR MAS DE DOS MESES, NO LA ESCRIBO».

    En resumen, que te partías con el tipo. La serie no llegó a buen puerto, desgraciadamente.

  4. Liu dijo:

    totalmente de acuerdo. En Vasos Comunicantes, núm. 38 encontrarás un artículo sobre este mismo menda, que tuvieron a bien publicarme las damas de la traducción de ACETT.

    http://revistavasoscomunicantes.blogspot.com.es/2011/04/vasos-comunicantes-numero-38.html

  5. Antitongo dijo:

    ¡¿Pero esto qué eeeeees?! ¿Maniquíes? ¿Qué clase de broma es esta?

  6. VD dijo:

    Juanito 1; Bruja piruja 0.

  7. El Cuarto Hombre dijo:

    Muchas fotos de tías + estilo en plan durillo + cinco libros leídos cada semana + calvo y con barba = pajillero que no se come un rosco.
    (Aunque no todo son desgracias: la calva te da un parecido con Rudyard Kipling.)

  8. J. dijo:

    ¡Ah!, Incluye un kit de reparación para los pequeños desgarrones.

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