Lecciones de ilusión, de Pablo d`Ors

Coincidieron en prensa hace unas semanas dos rankings de Relaciones Sociales del mundillo literario, uno en ABC y otro en El Cultural. En el primero se preguntaba a más de cien personas por su mejor amigo vivo y con obra publicada en el siglo XXI; en el segundo se preguntaba a X personas por su mejor amigo vivo y con obra publicada en el siglo XXI que tuviera menos de 40 años. Las listas fueron muy útiles para saber quién era amigo de quién y, sobre todo, quién tiene los amigos adecuados. El Cultural no nos dejó saber quién era amigo de quién, ay.

ABC sí. Juan Manuel de Prada -católico feroz- consideró como mejor novela en español del siglo XXI Lecciones de ilusión, del sacerdote o ex sacerdote o ángel de dios en todo caso Pablo d’Ors. Por eso me la he leído. Yo creo que Prada tiene bastante mejor gusto literario que ideológico.

Lecciones de ilusión, por seguir con el asunto de los rankings, se sitúa en nuestra narrativa junto a empresas creadoras potentes, ambiciosas, desesperadas. Pienso en Los reinos de la casualidad, de Carlos Marzal, El viajero del siglo, de Andrés Neuman, Hilos de sangre, de Gonzalo Torné; y ya en el peso welter (o como sea) la trilogía de setecientas páginas por volumen de Ramiro Pinilla. 

La novelota, el condoscojones literario, cuenta con toda mi simpatía, aunque sea una simpatía compensatoria de la grima que me produce la literatura anoréxica, ese cumplimiento de expediente propio en nuestros días de cualquier autor al que le den demasiadas becas. Un libro de 123 páginas no es un libro, es una vergüenza.

Lecciones de ilusión me parece un buen libro y, en sus primeros dos tercios, realmente un libro a tener cuenta para estos rankigs de mejores novelas del siglo XXI, para uno en concreto en el que cada cual no votara a sus amigos, sino a todos esos que, por no ser amigos suyos, no ha leído.

Creo que estos rankings los tendría que hacer sólo yo.

La novela de d`Ors son 7 nouvelles ahiladas por una voz narrativa y un protagonista, que pendula en esa voz entre la tercera y la primera persona. Es todo muy libresco, muy higiénico y casi sólo aparecen autores alemanes que escribían con lápiz o que salían de casa habitualmente despeinados.

Se dice con cortesía hipócrita que la literatura juvenil no es una literatura menor, etc. Obviamente lo es. Sin embargo, algunos libros de adultos se me hacen perfectamente adecuados para la juventud, para el chaval de dieciséis años. Lecciones de ilusión es uno de ellos.

Que un libro adulto sea juvenil me lleva a pensar si la literatura juvenil premeditada no es una puta mierda justamente por la claridad con la que define y prevé un destinatario. La buena literatura juvenil es una literatura adulta que casualmente entenderán los muchachos.

Y también pienso, al leer este fabuloso libro -literalmente fabuloso, muy imaginativo- en qué hace de él una obra no adulta, no para mayores de 18 años; o no sólo para mayores. En ella, no hay ni una sola palabrota, se me ocurre en primer lugar; tampoco hay maldad; no hay dolor. No hay muerte. Y, sobre todo, no hay desesperanza. Esta exclusión de motivos terminales creo que justifica mi apreciación -que el autor seguramente tomaría a mal- de que estamos ante una novela «juvenil».

La prosa y las historias hinchan sus velas de optimismo, de una candidez prodigiosa, y hasta el amor aquí parece una cosa de darse besitos y subir escaleras, y no de meter la polla en el coño -como diría Alberto Olmos, lenguaraz fatal-. No, aquí todo corre al compás del harpa de la vida.

El protagonista de Lecciones de ilusión es un tesinando que se va a un sanatorio para concluir su trabajo sobre las relaciones entre locura y creación. Al igual que todo escritor español que recibe una beca para escribir una novela, Lorenzo -el prota- no hace ni el huevo. Se dedica a entrevistarse con internos o clientes u orates llamativos y a recorrer pabellones vacíos de vesania. Tenemos al escritor inédito que anda escribiendo un libro de miles y miles de páginas, al autor comercial que anhela la posteridad y que se hace entrevistas a sí mismo; tenemos un enfermerita deliciosa y ligable; a un calígrafo; a un archivero.

Todo está escrito maravillosamente y con un gusto y un pudor angelicales. Yo casi me hago de Dios leyendo a Pablo d`Ors. Si Dios me da esta sintaxis, me hago.

En fin, echadle un ojo.

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6 respuestas a Lecciones de ilusión, de Pablo d`Ors

  1. Nere dijo:

    Y a mí que en su día se me hizo aburrida… No sé, sonaba demasiado centroeuropeo todo: demasiado Mann o Musil pero no llegaba. PD: para recientes «empresas creadoras potentes, arriesgadas, desesperadas», échale un vistazo al Robespierre de Javier García Sánchez… si te atreves.

  2. Juan dijo:

    Roberpierre y 1000 páginas son dos cosas que echan para atrás a cualquiera…

  3. julian bluff dijo:

    Mal-Herido,

    Te la lees en diagonal. Y nos hablas luego de la Gillette de doble hoja. ¡Anda va… 😉

  4. Juan dijo:

    Esta en concreto, Bluff, me la he leído palabra por palabra; en diagonal leo las novelitas de 110 páginas, curiosamente.

  5. julian bluff dijo:

    Coño, Juani, que hablo de la de Robespierre, de ahí lo de la Gillette, men ¡Qué no te enteras, Contreras! 😉

  6. Y yo que andaba jactándome por ahí de ser el único escritor español que jamás hablaba de sexo ni utilizaba palabras malsonantes… Últimamente voy de decepción en decepción.

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