Borrón y cuenta vieja, de Jesús Pardo

El señor Pardo cuenta su vida en Autorretrato sin retoques y la sigue contando en Memorias de memoria; en 2009 la acabó por escrito con este Borrón y cuenta vieja, ya no en Anagrama. Publica RBA.

En esta tercera entrega ya no hay nada que contar: uno se jubila del trabajo y la polla se jubila de uno, se caen los dientes y no hay con qué morder, los amigos muertos no se pueden enfadar con lo que cuentes y por eso mismo qué vas a contar. Es este un libro triste de cojones.

La muerte es filosofía, es bella, es de puta madre para motivar la escritura. Uno se pone a escribir sobre la muerte y, como siempre que uno escribe sobre lo que no conoce, sale la floritura y la enseñanza, sabiduría. Pero escribir sobre la vejez -sr. Pardo- no da en bellezas literales, sino en expedientes clínicos y pesadumbres inelevables.

Lo mejor -lo bueno- de este tercer grado a la propia memoria está en esa mirada directa a la arruga y a la lentitud, al decaimiento la decrepitud el hastío y la vida para nada que encontramos al cumplir en el carné de identidad 70 los años; quien lo probó lo sabe.

Acaba el libro con un surtido de semblanzas sobre amigos muertos, todos escritores y, salvo Cela, todos muy muertos: nadie se acuerda de ellos. Yo no me acuerdo ni de sus nombres. Aquí Pardo estila esa manera de señalar que va a ser que viene de los años cuarenta y que consiste en decir siempre de alguien algo sucio, sexual, sobre putas o polvos mal echados, en una muestra porteril que viene siéndonos la médula espinal de los intelectuales formados cuando Franco, portera mayor.

También así de antañón se nos presenta el estilo, la palabra, castizorra a más no poder, como de torero de los diccionarios, el desplante léxico siempre listo para epatar a las señoras.

Más marcas de época -me da pereza volver a contarlo- es eso de decir «mujer» o «chica» cuando se quiere decir «puta«. Habría que determinar cuándo el hombre español dejó de irse de putas o dejó de considerar irse de putas relacionarse con las mujeres; hay otras mujeres, gratis.

El libro se lee veloz y se aprende no a bien morir, pero sí, horacianamente, a saber que el tiempo que nos quedará cuando seamos vejestorios tendrá un cierto sabor a la última copa de la noche.

Esta entrada fue publicada en Memorias y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

9 respuestas a Borrón y cuenta vieja, de Jesús Pardo

  1. Me recuerda a un libro escrito por el austríaco Hans Mayer, más conocido por su pseudónimo Jean Amery, ‘Revuelta y Resignación: Acerca del envejecer’ Edit. Pre-textos (2011), pero tengo la impresión de que éste último va un paso más allá…¿Lo has leído?

    Saludos. Enhorabuena por este espacio.

  2. Anónimo dijo:

    «Habría que determinar cuándo el hombre español dejó de irse de putas…» Cuándo, con acento. Se refiere, no al momento en que habría que determinar, que es lo que se entiende así escrito, sino al momento en que dejó de irese de putas. No sabemos cuál es, por eso habría que determinarlo. Por eso debe llevar acento.

    • Zote dijo:

      Tilde, tilde diacrítica.

      • Anónimo dijo:

        Tilde… y acento. Aparte de que yo a la tilde siempre la he llamado acento, y bien llamado, porque ‘acento’ se refiere tanto al palito que se escribe como al modo en que se pronuncia la vocal encima de la que se escribe, en este caso se trata de las dos cosas. No solo de colocarle una tilde a la a, sino de pronunciarla acentuada.

  3. Capi Polli dijo:

    Las putas no se van, siempre han estado. Los que se van son los algodoneros, un fin de semana de deportes y el secreto de las chicas como bandera.

  4. julian bluff dijo:

    Hola a todos!

    Para que un libro de memorias mole o o bien es porque te gusta, porque ya lo conoces y lo sabes, el estilo de quien lo escribe o bien te interesan, el escenario, el ambiente, las personas de las que presumiblemente va a hablarse en sus páginas. Un clásico, bueno de verdad (para mi auna las dos características) es la Autobiografia de Alice Toklas (de G. Stein). Además en él se dicen muchas snobadas y gilipolleces de todo calibre y está muy bien, francamente. Sale la Costa Azul, y tal, y te crees a la señora Stein de pé a pá. Y Picasso sale igual de gilipollas que en todas partes.

    Aunque a mi enterarme de chismes de escritores tampoco es que me interese en demasia -cosa distinta si son acerca de mi cuñada- y prefiero entonces los diarios.

    Y en este aspecto remitirme a una recomendación que hizo ya Juan, tiempo ha: el de Mario Levrero («La Novela Luminosa») de una intrascendentalidad cautivadora.

  5. ¿Cuándo se ha convertido la crítica literaria en gramática? Sinceramente, ¿qué coño importa -perdón por lo de ‘importa’- que pedropablo se haya equivocado omitiendo, voluntariamente o no, un acento aquí o allá? Lo olvidaba, es que vosotros sois ‘La Lengua’, no hablantes de, sino ella misma personificada. No soy capaz de imaginar una forma más inútil de perder el tiempo que fijar la atención en el continente y no en el contenido. Luego todavía son capaces de alzar la voz denostando a quienes, como ellos, en otras lindes, hacen lo mismo. O eso, o es que yo en mi ignorancia no he sido capaz de ver qué de entre toda esa verborrea ayuda en algún sentido a hacerse una idea, del libro de Jesús Pardo.

    Amistosamente, un servidor.

  6. Susana dijo:

    Tal y como lo cuentas tiene toda la pinta de ser muy poco interesante y tirando a deprimente.

  7. jonan dijo:

    Jo, la foto pone un montón (a mí, por lo menos). Sigue así, Juan.

Los comentarios están cerrados.