Carta a Antonio Orejudo

Antonio:

Me has jodido.

Gracias a las poderosas influencias que tiene este blog extraordinario, he conseguido bien prontito tu nueva novela, Un momento de descanso. Y no me ha gustado.

Estoy super-enfadado contigo, que lo sepas. Yo no digo aquí que eres un genio y que Ventajas de viajar en tren es una de las mejores novelas de la historia de la literatura española para que luego me escribas la novela que te dé la puta gana, y no la que a mí me gusta.

Tú tienes que escribir la novela que a mí me va a encantar, ¿lo entiendes?, y no una a la que van a poner cinco tinteros en el QuéLeer o cuarenta estrellitas en el Babelia.  ¿No ves que los del QuéLeer no tienen ni puta idea? ¿No ves que el que menos le ponen le ponen cuatro tinteros, joder? ¿No ves que ya sólo poner tinteros a un libro es una cosa de subnormales? Aquí no ponemos tinteros ni estrellitas, ponemos pasión.

Esa pasión la pusimos, refleja, en Fabulosas narraciones por historias. Molaba. Si alguien se tomara la molestia de leerla (no se tomen la molestia de leerla, por favor) se daría cuenta de las similitudes casi plagiarias que hay entre determinados pasajes de tu novela y el estilo de este blog. A pesar de escribir en Público, eres de los nuestros: inteligente. (Iba a poner: machista. Pero no: inteligente.) O sea, capaz de plasmar en papel la brutalidad variada de la vida, la mierda, el amor, el sexo, el egoísmo… esas cosas que te han librado de momento de ganar un Premio Nacional. Si fueras francés, reducirías a Houllebecq a niña con el hulahoop en los tobillos recitando poemitas a las nubes.

Pero no eres francés; eres rojo y gualda: a sufrir.

Me gusta todavía más Ventajas de viajar en tren porque es más loca y menos referencial y también se folla como dios manda, o sea, como no han follado nunca las que defienden la Igualdad, que es como defender las pollas pequeñas.

Y Reconstrucción. Esa tercera tuya es la típica novela que hace uno cuando lo que hace uno lo hace tan de puta madre que parece que no sabe hacer otra cosa: pues no, sé hacer esto. Es excelente. Nunca será tu mejor novela, porque la excelencia, llevo enseñándolo años en este blog, no es tan literatura como la sangre.

Como ves, arropo el «no me ha gustado» ut supra con toda una larga alabanza de aldea y menosprecio de muerte porque te tengo aprecio. Si fueras uno de esos gilipollas que no han escrito en su puta vida una sola novela honrada, la íbamos a tener bien gorda.

Que Un momento de descanso no me haya gustado me catapulta a una nueva dimensión moral: es o tú o yo. O que me borres de tus favoritos del explorer o que los otros 10.000 que me tienen en el favorito del explorer ratifiquen que aquí hemos venido a hablar de tu libro, sea bueno o malo.

Porque yo tengo que hablar de tu libro, tío. Aunque no hubieras publicado nunca más en tu vida, yo tendría en el frigo de Malherido Inc. el postit del post que tengo que hacer a nada más que salga (sí: «a nada más que salga») tu libro si sale cuando sea que no hay prisa.

Te la ponen como novela de campus, la obra, y como novela de campus yo la veo llena de clichés, como si la hubiera escrito yo, que he leído La mancha humana, de Philip Roth, y Desgracia, de Coetzee, y he fumado muchos porros en la uni, y, claro, sé que los profes se follan a las alumnas y que el pasillo está lleno de sospechas, y que, en USA, si te metes con la negra de la clase te ponen un pleito y te funden. ¡Lo sabe hasta una ministra, esas obviedades!

Eso en la primera parte. En la segunda la cosa va de ti, con fotos y todo. Pero sigues abundando en lo consabido universitario y el estilo no acaba de enseñar los dientes (salvo el pasaje del Mío Cid, claro, nueva ucronía metaliteraria como la de los poemas de Toledo en Ventajas). Y en la tercera parte toma cuerpo una pesquisa por desenmascarar a un señor, un catedrático emérito o algo, a la que ya no he sido capaz de atender como debiera.

Me has jodido mucho, tío.

He tomado tu novela con tantas ganas que seguramente el texto se me ha asustado entre las manos como un cachorro de algún bicho. Sería genial que yo estuviera equivocadísimo y que fuera a ser verdad toda la crítica positiva que, rutinariamente, va a provocar tu novela. Pero si algún derecho comporta la admiración por un escritor es el de defenderse a sí misma del abaratamiento.

Uno es tan bueno como lo mejor que ha hecho.

A tus pies,

J.

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