Tan fuerte, tan cerca, de Jonathan Safran Foer

Jonathan Safran Foer acaba de publicar un libro sobre la pena que le da que nos comamos a los pollos. Antes de eso escribió una novela sobre los 3.000 muertos de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York. También le dieron bastante pena.

Safran Foer se hizo famoso con su primer libro, Todo está iluminado. Nunca lo he leído porque la gente que imagina un país donde la electricidad se genera follando imagina un país donde no quiero vivir, un país donde no puedes follar pensando en alguien guapo porque tienes que verle la cara a la cruda realidad, normalmente una mujer.

Imaginación, realismo mágico jasídico o algo, era lo que vendía Safran Foer, que ganó con aquella bombilla todos los premios judíos del mundo. Por favor.

Pero miren qué huevos tengo: va Juan Manuel de Prada y recomiendo Tan fuerte, tan cerca y yo me digo: si le gusta a Prada a mí no me puede no gustar. Tenemos los mismos gustos a poco que adelgacemos. Y he leído Tan fuerte, tan cerca, y desde aquí os confirmo que efectivamente es una gran novela de nuestro siglo.

Va de los atentados, ya lo he dicho. Del 11 de septiembre, ya cayeron las torres. Como habré apuntado cuatromil putas veces, hacer novelas sobre las cosas que salen en los periódicos, y más sobre las cosas sangrientas que venden los periódicos, me parece entre cutre y desalmado, particularmente poco imaginativo. Aquí en España aún falta por hacer la novela sobre Atocha, los trenes y los muertos, y falta por hacer porque a los escritores de nuestro tiempo les cuesta bastante esfuerzo imaginar cómo es un tren de cercanías que pasa por Vallecas. No hay que echarle mucha imaginación, pero sí un par de monedas a la máquina expendedora.

Si Safran Foer consigue hacer una novela buenísima sobre algo que ha pasado en su ciudad y que seguramente no le ha diezmado su familia ni sus lectores siquiera, puede deberse a que el atentado en sí está arrinconaíto en las esquinas de las páginas, tratado con suma delicadeza y opacado emocionalmente por la mayor importancia de la pérdida en sí que de la Historia y sus desastres, también en sí.

El protagonista es un niño de la estirpe de Holden el de El guardián entre el centeno y del que sale en El curioso incidente del perro a medianoche. O sea: un listillo de los cojones. De esos chavales que se aprenden google y las enciclopedias por fascículos del abuelo cuando lo que tenían que estar es torturando a los gatos. El libro, a pesar de su filiación con Salinger, respira optimismo, bondad, amor, vamos, todo lo que uno encuentra en Nueva York cuando va y se da cuenta de que allí son tan felices que las calles se barren solas. (ee cummings)

Es una novela donde se dice Te quiero y se dice en serio. No para reír, no; lo dicen en serio.

Tiene su cursilería, claro.

Y tiene además un uso de recursos tipográficos tan entretenido y sorprendente y -¿acaso importa?- gratuito que seguramente es el único libro de los últimos años que puede hojearse antes de ser considerado una novela. Y el final es excepcional.

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