Todo lo que era sólido, de Antonio Muñoz Molina

Al filo de la noticia, vamos con el último libro de Antonio Muñoz Molina.

El ahorísima Premio Príncipe de Asturias ha sido también Premio Nacional de Narrativa -creo que dos veces- y premio de la crítica -las minúsculas son intencionadas- y premio Planeta; y director del Cervantes de Nueva York. También lleva décadas escribiendo en el diario El País.

Con todo esto, qué quieres, es casi inmediato que muchos lectores vean con reticencia un libro ensayístico donde, en definitiva, se cuestiona el Sistema, la España cultural -mayormente- de los últimos veinte o treinta años, esa que tan bien ha tratado al propio autor.

Sin embargo, a mí Todo lo que era sólido me ha gustado bastante y hasta puede uno pensar que, si no lo hubiese escrito AMM, lo hubiese escrito otro -un otro sin premios príncipes ni directadurías del Instituto, un otro cuyo discurso vendría saboteado por la prevención contraria: el rencor- o no lo hubiese escrito nadie, que sería peor.

Muñoz Molina da cuenta en estas páginas del dispendio continuado que desde las administraciones públicas se hizo alegremente, tan alegremente que eran todos muy felices, siempre de viajes y conmemoraciones e inauguraciones y fiestas patronales y armando alocados proyectos arquitectónicos feísimos. Son los mejores tramos del libro aquellos en los que se detalla la estupidez española de «desembarcar» en Nueva York -la música, la moda, la literatura- mediante la sabia estrategia de pagarlo todo ellos y no conseguir que nadie en Nueva York se enterara de dicho desembarco. Al parecer, cuando un español dice que desembarca en Nueva York con sus cosas, sus retales, su sector industrial está diciendo que ha alquilado por precios (pag. 117) escandalosos una sala del museo Guggenheim o de donde sea y la ha llenado con sus amigos para que luego la prensa española certifique desde Madrid que en Nueva York no se habla de otra cosa que de lo tonto que puede ser un español.

Resulta útil o sutil o consútil o inútil la diferencia que arma el autor entre «pueblo» y «ciudadanía», dando al primero todos los palos y culpas y al segundo el futuro y su respeto. Menos precisa parece la afirmación, eminentemente progre (pag. 102) de que «la democracia tiene que ser enseñada». También la dictadura tuvo que ser enseñada, durante 46 años.

Y menos bueno, y es marca de la casa (Ventanas de Manhattan), es la facilidad con la que Muñoz Molina moteja (precisamente) pueblos, de modo que, por estar dos semanas en Alemania, ya se describe ex catedra el carácter teutón hasta sus últimos genes, amén de idolatrar casi conmovedoramente a los neoyorkinos así porque sí y dedicar a los españoles una serie de prejuicios -son hoscos, no ayudan, no colaboran, etc.- que apenas parecen provenir de un Merimée de visita de dos días por Granada: «El interior del primer taxi que uno toma en Madrid es muy angosto y el taxista escucha la radio a un volumen muy alto».

Hombre, hay casos y casos. Hay monovolúmenes. Incluso hay Metro.

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5 respuestas a Todo lo que era sólido, de Antonio Muñoz Molina

  1. Dr. Diable dijo:

    Sin comentarios. Oportunista, trepa, arribista, vividor y para colmo nos viene a dar lecciones de moral. Uno de los principales culpables de la cultura de chiringuito que tenemos en España. No sé cómo tienes estómago para leerlo siquiera. Que se lea Plenilunio en 2º de Bachiller es trapicheo puro y duro.

    Feliz verano, Juan, y suerte.

    • Jonan dijo:

      Que AMM sea oportunista, trepa, arribista y vividor, no me parece mal: después de todo, para eso se dedica a esto de la literatura. Lo malo o incluso lo impresentable es que se dedique a darnos lecciones de moral. Ahí sí que no tiene vergüenza, el payo…

  2. Dedé Altafini dijo:

    pues a mí me ha encantado cuando el del cervantes le dice colegui te importa si te pago en faralaes léase equis ejem ejem especias me entiendes no y aquel se pone todo digno y le dice acaso tengo yo cara de sabina chupándole el morro a la divorciada típica de provincias en festival de poesía ya te puedes ir preparando una regiduría el concursete o la conferencia sobre la transacción digo transistor o te tienes que ir cambiando de partido como el de la poesía no su hermano el concejal o toda la familia císcar blasco incluído que a menos que te toque casarte con la más grande muy grande alameda muda de la clase te voy a preparar una entrevistilla en un programa culturista de la 2 que se va a tragar mis santísimos cojones el que dijo que felipao no te sacaba en la tele por feo a ti mi vida el muy rencoroso mi santo por feo me dicen atemperado bigote por feo mi alma mi santo la envidia mi santo es el deporte nacional por no hablar del pedete rasgao que te fofas ahora de ensayo o de novela vive dios sólido dice encima coño menos mal que todavía somos demócratas de izquierdas y seguimos optando a cuarenta años de paz aislacionista autárquica sesentaochavista ah no por ahí sí que no joder que me ha encantado dame un beso pemán que escriba buero que escriba sastre

  3. Zote dijo:

    En mi juventud leí «El jinete polaco». Durante dos días estuve vomitando y con un mal estado psíquico y físico que no deseo a nadie. Naturalmente, no volví a leer nada más de este supino señor. Es más, todo de él me repelía o provocaba sarpullidos feroces, incluso alferecías ocasionales si leía algún artículo suyo por error. Hay cosas que son inexplicables.

  4. Alfredo dijo:

    Esperaba que cuando el premio se volviera a dar a un español… fuera para Enrique Vila-Matas o Javier Marías.

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