Días de llamas, de Juan Iturralde

Algo en la deixis de Días de llamas sabotea su propia canonización cuando, después de ser editada en 1979 por Rosa Regás, elogiada por Juan Benet, reeditada por Silvia Querini en 1987, con encomio introductorio de Carmen Martín Gaite, reeditada de nuevo en el año 2000 por Constantino Bértolo, elogiada por Antonio Muñoz Molina, elogiada por Jesús Pardo, reeditada otra puta vez por DeBolsillo, elogiada nuevamente por Juan Bonilla, y ahora mismo también con versión digital de Literaturas.com (link), esta novela sigue estando a un empujoncito de no contar para el canon, de ser, en definitiva, aniquilada.

Menos mal que estoy yo para salvar los muebles.

Por la presente ordeno y mando que Días de llamas sea incorporada a los manuales de literatura del instituto, en el capítulo siguiente al de La colmena, con tantas páginas o más que éste, con tantas páginas o más que el dedicado a Tiempo de silencio: podemos quitar a Benet si no hay sitio.

Listo.

¿Cómo que no? ¡En España no hay cojones para negarme a mí un epígrafe (para Iturralde) en los manuales de literatura!

Pozuelo Yvancos: Te lo negamos, modernito.

Ignacio Echevarría: Bien dicho.

Jo.

El problema de Días de llamas es pictórico. Lo que pasa con esta novela le pasa por no ser un cuadro, o sea.  Los cuadros se publican cuando se pintan, independientemente de que los vea alguien. Luego, cuando se ven, se ubican. Un libro, sin embargo, se publica cuando se lee y toda su valoración procede de cómo se leyó de bien o de mal en su momento, porque su punto de partida no es su escritura, sino su lectura, y los libros se ubican donde son leídos, no donde son escritos; si el manuscrito de un cuadro es el propio cuadro, el manuscrito de un libro no es el propio texto en Hispania-Olivetti, sino la primera edición, ese ISBN que, si es inmediato, juega el partido de su tiempo, pero que, si se retrasa unas décadas, deja en el banquillo de la historia, porque hay que dar paso a los chicos de Parla.

Días de llamas, por lo que dijo el autor en alguna entrevista, es una novela de 1947, tomada o retomada en años posteriores, reescrita o engrosada durante el franquismo, pero hecha pública en 1979, cuando no venía a cuento.

Se reía Francisco Umbral en su Diccionario de literatura de que en la dictadura, en las mesas del Gijón, se hizo habitual la baladronada de ya verás tú cuando muera Franco la novela que voy a sacar, es que ahora no me la publican, porque, amén de excelente, es crítica, arriesgada, fácilmente me fusila Bahamonde. Y, luego -se reía Umbral, el cabrón-, cuando palmó el enano, nadie sacó nada; no hubo gran novela escondida; no hubo ni un sólo talento postergado: lo que había –Cela, Torrente, Benet, Martín Santos- era todo.

Esto quiere decir que Franco fue un gran lector editorial, pues hacía la criba tan bien como Jorge Herralde. O quiere decir que el tiempo es el mensaje, lo que veas más sensato.

También puede indicar que el consejo de la carcundia, de macerar el libro y dejarlo reposar una década, porque si es realmente bueno seguirá siendo realmente bueno cuando pasen las modas, es, claramente, una estupidez. A nadie le gustan los platos recalentados.

¿Qué hacer? Bueno, os pongo unas citas; os pongo una hipérbole: «Días de llamas es una de las 10 mejores novelas españolas del siglo XX«, os pongo un blurb: «Si hay que quitar a Juan Benet de los libros de texto para que quepa Iturralde, ¡que lo quiten!» Juan Mal-herido; os pongo tarea: comparen Días de llamas con las novelas de hoy sobre la Guerra Civil; os pongo unas rayas, las citas, vamos.

«¡Un hijo rojo! Porque tú no eres un irreflexivo. Eres un rojo.»

 «Ya no me daba asco la porquería. Eché el cubo en la taza, luego lo llené de agua, revolví ésta con la escobilla y volví a vaciarlo en el retrete y a echarle más agua. «No, así no. Tienes que dejarlo como si tuvieras que comer sopas en él.» «¿Con qué? ¿Con la escobilla?» «Con tierra y con las manos. ¡Hala! Hasta que salga brillo. «¿Con las manos?» «Con las manos, lo mismo que mi madre. Mi madre se ganaba la vida haciendo de fregona en un hospital para ricos y lo que fue bueno para ella es bueno para ti.»

«aprovechando la oportunidad y por instigación de un extranjero que utiliza un apellido español habían asesinado a más de mil en un pueblo llamado Paracuellos de Jarama.»

«Siempre habrá mejores y peores, altos y bajos. Hasta en un montón de trigo hay unos cuantos granos que están arriba apoyándose en los demás.»

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2 respuestas a Días de llamas, de Juan Iturralde

  1. ¡¡Ya se puede comentar!! Con la emoción, no se me ocurre que decir, más que creo que el problema de Días de llamas es que pretende hacer literatura (y yo creo que la hace) y no inclinarse hacia un lado ni hacia el otro, y eso hace que el tiempo al final tenga que ser quien la juzgue, y la acabará juzgando y rescatando definitivamente…

  2. Anónimo dijo:

    Pues sí, viendo que aciertas constantemente me lo voy a leer. Podría dar ejemplos de tu, a mi modo de ver, buen criterio; pero bastará uno: fue tan bueno «Tenemos que hablar de Kevin» que este también ha de serlo.

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